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Investigadores del MIT desarrollan un sistema para reconocer una sonrisa fingida de una auténtica nacida de la felicidad, con lo cual esperan que personas imposibilitadas de reconocer las emociones (como los autistas) puedan recibir un tipo de entrenamiento en este aspecto.

La sonrisa, aunque es uno de los gestos más humanos que podemos realizar, es también, quizá por nuestra naturaleza misma, uno de los que se pueden falsificar con mayor facilidad, a veces con sorprendente similitud a una que podríamos considerar auténtica y que nace de la alegría inimitable.

Recientemente científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) desarrollaron un sistema para distinguir una sonrisa falsa de una auténtica, pidiendo a un grupo de voluntarios, primero, que fingiera frustración, después que llenaran una forma en línea diseñada específicamente para provocar frustración (al llenar los campos solicitados y dar clic en “Aceptar”, se borraba toda la información vertida) y, finalmente, que vieran un video que mostraba a un bebé de aspecto agradable.

En el primer caso, cuando se fingió frustración, el 90% de los participantes no sonrió; en el segundo, el 90% sonrió a pesar de estar visiblemente frustrados; y en el tercero, con el video del bebé, también una buena parte sonrió.

La diferencia en estos gestos, solo en apariencia iguales, es que la sonrisa de frustración es mucho más instantánea que la sonrisa de alegría: mientras que esta se forma gradualmente, la de frustración aparece en un momento para desaparecer al siguiente.

Igualmente los músculos involucrados son distintos: en las sonrisas fingidas se utilizan los músculos voluntarios conocidos como “zigomáticos”, ubicados en las comisuras de la boca; en las sonrisas verdaderas se ponen en movimiento los músculos involuntarios que levantan las mejillas y arrugan la zona aledaña a los ojos.

Entre los varios usos que se planean para este sistema está el entrenamiento que podría darse a personas que tienen dificultad para interpretar expresiones humanas y reconocer emociones (por ejemplo, personas que padecen autismo).

Recordemos que, en el siglo XIX, el anatomista francés Guillaume Duchenne, precursor de la neurociencia, también experimentó con personas vivas y descargas eléctricas para conocer los componentes de la sonrisa auténtica, llegando a conclusiones similares a las de los investigadores del MIT.

[Wired]