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Reiteradamente se ha mostrado que trabajar jornadas de 8 o más horas reduce la productividad, sin embargo seguimos exigiendo horas extras pensando que esto nos redituará en una empresa o en un proyecto laboral.

La calidad por sobre la cantidad, nos dice el sentido común humanista: son preferibles pocos momentos, pero lúcidos e intensos, que muchos pero dispersos y ofuscados. Sin embargo, en el ámbito laboral, un poco por la ceguera de la ambición, generalmente prevalece la cantidad por sobre la calidad: la práctica oficinista parece indicar que es mejor tener a los empleados hacinados en sus áreas de trabajo no haciendo nada o a medio gas produciendo en estado zombie que darles libertad y fomentar la concentración.

Recientmente la directora ejecutiva de Facebook, Sharyl Sandberg, levantó controversia al declarar que ella todos los días deja su oficina a las 5:30 en lo que parece ser un horario de trabajo de unas 8 horas, muy poco para lo que se espera de empleado de alto calibre en una empresa tecnológica de Silicon Valley --donde trabajar semanas de 40 horas es casi tan raro como  ver una aurora boreal en el Caribe.

Su contraparte en Google, Marissa Mayer, de manera opuesta, dijo en un evento reciente que ella trabaja seguido 130 horas a la semana sin padecer el síndrome de estarse quemando la vida en el trabajo.

¿Quién de estas dos ejecutivas es en realidad más productiva? No podríamos afirmarlo así nada más, sin embargo, existen razones para pensar que Sandberg en la mitad del tiempo podría ser casi tan productiva como Mayer.  Esto al menos aplica para el trabajdor corriente, que no es arrastrado por una enorme pasión o que no posee una mente superdotada.

Desde 1908, el pionero industrial Ernst Avve publicó sus resultados al implementar una reducción en las horas de trabajo de 9 a 8, lo cual significó un aumento en la producción diaria. En 1926 Henry Ford famosamente adoptó la semana de trabajo de 40 horas. Pese a críticas, su experiencia le indicaba que reducir de 10 a 8 horas el día de trabajo no solo aumentaba la producción laboral sino que también reducía el costo de la producción.

Se podría pensar que trabajar menos incrementa la productividad  solo para el trabajo físico, pero que en el caso del trabajo mental esto no es igual. Sin embargo, un reciente estudio realizado por el Ejército de Estados Unidos, muestra que la privación del sueño afecta más la habilidad para hacer trabajos mentales que físicos.

Aunque los gerentes y administradores han sabido por décadas que la productividad disminuye después de ciertas horas, existe otra vez una tendencia a exigir que se trabaje horas extra. Esto según Sara Robinson, escribiendo el Alternet, es la moda que ha implementado Silicon Valley, donde jóvenes y flamantes compañías suponen que, ante promesas de cambiar el mundo y embolsarse miles de dólares, sus empleados deben de ser brillantes y apasionados y poder manejar jornadas maratónicas de trabajo --algo que además se ha extendido entre personal cuya herramienta de trabajo es la computadora, especialmente programadores que suelen pasar toda la noche escribiendo código. Pero probablemente sea un poco ingenuo pensar que todas las personas funcionan igual y se ponen la camiseta con tal facilidad.

Así las cosas, si lo que interesa es la salud y la lucidez, no sólo producir por producir o cumplir por cumplir, es decir si se busca humanizar el trabajo, e insertar una cuota de creatividad (fomentar epifanías, eurekas y sonrisas), entonces dile a tu jefe que  se quede leyendo este artículo mientras tu te vas a casa a descansar --por el bien de la empresa.

[DevopsAngle]