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Investigación revela que por causa del neuropéptido F, un químico cerebral también presente en los humanos, la cópula y el alcohol son similares en el sistema de recompensa de las moscas de la fruta.

Un neuroquímico en el cerebro de las moscas de la fruta (que el ser humano también posee) que provoca una reacción idéntica cuando se bebe alcohol que cuando se conquista sexualmente a una pareja, podría ser la razón por la cual dichos insectos, especialmente los machos, se emborrachan cuando una hembra desdeña sus galanteos.

O al menos ese sugiere un estudio científico llevado a cabo por Galit Shohat-Ophir, del Instituto Médico Howard Hughes con sede en Virginia, Estados Unidos, en colaboración con otros colegas del laboratorio Ulrike Heberlein en la Universidad de California en San Francisco.

Shohat-Ophir y su equipo descubrieron que las moscas de la fruta poseen un químico cerebral de nombre neuropéptido F (NPF) que tiene una estrecha relación con su comportamiento, particularmente con el sistema de recompensas asociado a la alimentación y el apareamiento (y, por ende, vital para la supervivencia).

El experimento con el que los científicos llegaron a estas conclusiones consistió en una caja en cuyo interior situaron varios machos de moscas de la fruta con 5 hembras vírgenes y receptivas a las tentativas de reproducción de aquellos; en otra caja las hembras ya habían copulado antes y, por lo tanto, rechazaban invariablemente a los machos. En ambos casos se puso al alcance de los insectos dos fuentes de alimento distintas: una suspensión normal y otra cargada con un 15% de alcohol. Sorpresivamente, los machos que tuvieron éxito en su conquista sexual evitaron el alcohol mientras que aquellos que se quedaron sin el placer del fornicio ingirieron la sustancia hasta la embriaguez.

Según los investigadores, ambos comportamientos tan disímiles tienen en común el NPF: una presencia elevada en el caso de los machos que copularon y una disminuida en el caso de los que se embriagaron. “Lo que pensamos”, explica Shohat-Ophir, “es que estos niveles de NPF son una especie de ‘firma molecular’ de la experiencia”.

Por otra parte y en vista de que el ser humano también posee el mismo neuroquímico, los investigadores se preguntan si no condicionará nuestro comportamiento de una manera parecida.

“Lo que esto nos lleva a pensar es que el cerebro de la mosca —y presumiblemente también el de otros animales y el del humano— tienen un tipo de sistema para controlar su nivel interno de recompensa: una vez que este haya descendido, se dispare un comportamiento que lo restaure de nuevo”, sugierió Shohat-Ophir.

[BBC]