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Fotografía de larga exposición de Aaron Durand captura fantasmas ferroviarios recorriendo los suburbios de California: naves de metal que se derriten en luz.

En las afueras de la ciudad, entre fábricas abandonadas y paredes derretidas de graffiti, los trenes dejan fantasmas de luz. Franjas brillantes que cortan el cielo con una especie de acero fúlgido y eternizan su camino, en la imagen. Las fotografías de larga exposición de Aaron Durand hacen del paso de estos bólidos suburbanos una especie de carretera espacial, pistas láser y  una inmanencia de caballos de fuerza etéreos. 

Durand encontró esta estética distópica —de arrabal galáctico— en su exploración del arte callejero de San Fancisco, cazando muros de grafitti, muchos de los cuales están a un lado de vías de tren. Aaron y sus amigos aguardan a que pase el tren, en un largo click, para capturar sus estelas luminosas: el tren se desmaterializa y solo queda una ola de energía.

A diferencia de las imágenes alteradas digitalmente, lo que vemos es lo que está ahí, solo que a otra velocidad: la luz es onda y partícula. A diferencia de otras imágenes, lo que vemos no es un momento: es una serie de fragmentos temporales concatenados en un filamento de luz. Toda la información del tren se fulmina.

La fotografía de larga exposición se beneficia de la oscuridad, que ayuda a dramatizar las líneas de luz. La luz anómala  de las imágenes proviene de un medio análogo, aunque inspira un mundo digital, más allá de la realidad convencional.

Algunas de estas líneas de luz evocan los anillos de un planeta, como un Saturno eléctrico en curvas evanescentes.

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