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Equipo de paleobiólogos encuentra el fósil de una mariposa que conservó el color de su cuerpo por casi 50 millones de años, tonalidades iridiscentes de la más remota antigüedad.

Los restos de las criaturas que vivieron hace millones de años casi nunca conservan rastros de sus colores originales, de ahí que el descubrimiento anunciado por la paleobióloga Maria McNamara, de la Universidad de Yale, tenga ese doble mérito: tanto haber hallado un espécimen realmente ancestral como haberlo encontrado con casi todos los colores que tuvo cuando vivía.

McNamara y su equipo analizaron los fósiles de palomillas que se preservaron en Messel, al sureste de Frankfurt am Main, en Alemania, una región importante por el esquisto bituminoso en el que abundan los fósiles. De estos los investigadores tuvieron la buena fortuna de encontrar un ejemplar de polilla que conservaba ciertos rastros más o menos reconocibles de su estructura corporal

Para identificar los colores con certeza, el equipo empleó microscopía de electrones y otras técnicas similares que se aplican en el estudio de fósiles que, como este, rondan los 50 millones de años de antigüedad.

Estos insectos brillaron alguna vez con colores entre amarillos y verdes, iridiscencia que cumplía fundamentalmente dos funciones: por una parte, advertía a sus depredadores de su mal sabor y su toxicidad cuando se encontraban expuestos (por ejemplo, al alimentarse) y, por otra, les permitían mimetizarse con su entorno cuando se encontraban en reposo. Es la intensidad de su coloración lo que sugiere que la mariposa habría tenido la capacidad de producir algún tipo de veneno.

Y si bien su descendencia parece abarcar lo mismo otras mariposas e insectos que ciertas aves y peces, parece que su pariente más directo podría ser una especie de palomilla que habita en zonas tropicales de Asia y Australia que también brilla en tonalidades metálicas y que produce cianuro de hidrógeno debajo de sus alas.

[Discovery]