A partir de testimonios que se han dado a conocer recientemente se ha descubierto que el popular polvo para preparar bebidas Kool-Aid es un medio idóneo para encubrir drogas, sobre todo en situaciones en que se administran clandestinamente y sin consentimiento previo.
En primer lugar por su sabor —de suyo fuerte y que puede incrementarse a voluntad— puede encubrir el de cualquier otra sustancia disuelta ahí mismo. Además sus colores no menos intensos cumplen la misma función al disimular los signos visuales de un posible infiltrado. Por último, por comercializarse como “libre de azúcar” es particularmente adecuado para ofrecérselo a personas que padecen alguna condición médica (diabetes, por ejemplo) o a niños sin despertar sospecha alguna.
Esta práctica un tanto abusiva es más o menos frecuente entre los médicos, especialmente pediatras, pero también se ha reportado su incidencia en reos (administrado a sus guardias), además de los rituales lúdicos del escritor estadounidense Ken Kesey y sus “alegres bromistas” y del suicidio masivo ocurrido en Jonestown, Guyana, a finales de los años 70.
Sin caer en un exceso de paranoia, quizá la próxima vez que alguien te ofrezca un vaso de Kool-Aid sería mejor cambiarlo por uno de agua pura.
[Slate]