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Una pareja de australianos asegura ser, él, Jesucristo vuelto a la Tierra, y ella María Magdalena, la prostituta arrepentida (o secreta consorte de la divina magia sexual). Ambos encabezan el culto a la “Divina Verdad” que poco a poco gana seguidores —y donaciones— en el sur de Australia.

Una de las esperanzas más presentes en el imaginario cristiano es la llamada “segunda venida” del Mesías, el anunciado retorno del Salvador que terminaría con los sufrimientos de este mundo, instaurando por fin una época de paz y amor universal, aunque no sin antes, claro, pasar por el fuego del apocalipsis y la catástrofe.

Ahora, en esta época en la que se multiplican los anuncios sobre el “fin de los tiempos”, dicha alegoría cobra vida al sur de Australia, en la localidad de Loxton, donde un hombre asegura ser Jesús, el Cristo, el Mesías, el mismo que, según el relato bíblico, nació en un pesebre y murió crucificado, realizando en el ínterin célebres milagros . “Mi nombre es Jesús, en serio”, dice el hombre de 47 años registrado oficialmente como Alan John Miller. “Por mis deseos personales y por mi pasión hacia Dios, conforme crecí, me di cuenta de que no solamente era yo el Mesías anunciado por los profetas, sino que también me encontraba en un proceso diseñado por Dios que todos podrían seguir si así lo desearan”.

Sin embargo, un poco influido por ideas más bien apócrifas, fuera del canon evangélico del cristianismo o el catolicismo, este Jesús viene acompañado por María Magdalena, de quien algunas tradiciones aseguran que copuló con Jesús y a quien por esta presunción, sobre todo a partir de la Edad Media, se le identificó con el Santo Grial en donde se recogió la sangre de Cristo. En este caso la Magdalena es Mary Suzanne Luck, australiana de 32 años que contribuye a dar más sustancia a este novísima hagiografía del siglo XXI. Y aunque ella parece estar muy contenta al lado de su Mesías —como la original— sus padres no son de la misma opinión, para ellos su hija vive bajo el control mental de Miller, quien la ha convertido en una “tonta sin pensamiento propio”.

Ambos, Miller y Luck, aseguran recordar sus vidas pasadas como Jesús y Magdalena. Incluso Miller afirma que este aluvión de recuerdos e impresiones de su anterior encarnación fue la causa de su divorcio. “Probablemente hay un millón de personas que dicen ser Jesús y la mayoría de ellas están en el manicomio. Pero tiene que ser uno de nosotros. ¿Cómo sé que soy yo? Porque recuerdo todo sobre mi vida”, se le oye declarar a Miller en una grabación.

Pero todo esto trasciende la anécdota porque al menos desde 2007 existe en torno a este hombre un culto colectivo que poco a poco va ganando más seguidores, con la particularidad de que sus manifestaciones de fervor no se limitan a estruendosos rezos (tanto que alguna vez la policía acudió a investigar por qué tanto grito), sino que desde sus inicios se han volcado al mercado de los bienes terrenales, las bienes raíces. Ya entonces una treintena de seguidores compró muchos de los terrenos circundantes al complejo residencial donde habitaba su Jesús. En 2009 volvieron a unirse para adquirir una propiedad con valor estimado de $400,000 dólares, donde celebran sus reuniones semanales y donde además piensan construir un centro para visitantes de otras latitudes. Aparentemente sin intención, estos últimos terrenos adquiridos tienen la forma de una cruz, según se ve en la siguiente toma áerea:

Estas repentinas y masivas adquisiciones, a decir de los corredores locales, han modificado sustancialmente el panorama de la compra y venta de propiedades en la zona. Por otra parte, todo indica que la pareja vive de las donaciones que realizan sus discípulos.

El culto a la “Divina Verdad”, que es el nombre de este grupo de personas unidas por un fin religioso, ha preocupado a las autoridades australianas y también a algunos jerarcas de otras congregaciones, especialmente de las Iglesias Anglicana y Católica. Phillip Aspinall, arzobispo anglicano, dijo al respecto: “Todo esto es especialmente verdadero para personas que buscan sentido en sus vidas y por consiguiente son vulnerables”.

“No quiero ser Jesús. ¿Quién lo querría? Pero amo la divina verdad”, dijo alguna vez Miller a sus seguidores.

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