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Una nueva era del periodismo se avecina, la de los bots capaces de redactar contenidos con naturalidad y eficacia, sin que el lector se entere nunca de que la noticia que lee es obra de la inteligencia artificial.

La época de los bots está, según parece, cada vez más próxima. Cada día parece más factible que tareas esencialmente rutinarias, trabajos que no exigen grados de atención o juicio mayúsculos, labores que para cumplirlas con suficiencia basta seguir un algoritmo claramente establecido, sean realizadas finalmente por inteligencias artificiales programadas para tal efecto, por máquinas dotadas de cerebros sintéticos capaces de emular al ser humano promedio en operaciones triviales.

Recientemente en Pijama Surf hemos informado sobre al menos dos bots a los que se les puede confiar sin recelo semejantes tareas. El primero, uno que toma las riendas de tus redes sociales y te sustituye sutilmente ante tus amigos y seguidores de Facebook y Twitter, siguiendo el patrón de tu historial como usuario (para que el tránsito no sea tan abrupto). El otro es un bot DJ, Denise, adquirido hace poco por una estación de radio en Texas no solo para operar la música transmitida, sino también para otras labores que se creerían menos robóticas como contestar llamadas de los radioescuchas, decir el reporte del clima e incluso bromear al aire.

Pues bien, a estos dos —entre tantos otros que ahora mismo existen o se están incubando— viene a sumarse un tercero cuya singularidad radica en que puede redactar notas, historias y reportes con estilo natural, lejos del acartonamiento previsible de la distribución mecánica. La mano del hombre interviene solo para proporcionar la matriz de datos con la que este bot elaborará su respectivo informe, sea este el seguimiento de un encuentro deportivo o breves reseñas de inmuebles en venta (por mencionar dos situaciones en las que actualmente ya está funcionando).

El éxito de este bot se debe en buena medida a que puede utilizar conceptos adecuados en contextos específicos. En un partido de futbol americano, por ejemplo, sabe discernir entre el "esfuerzo individual" y el "esfuerzo del equipo", cuándo uno de los contrincantes "viene de atrás" o si cierta jugada se repite "una y otra vez". De esta manera, al reconocer dichos escenarios y emplear el término correcto que los significa, el texto final se ajusta a cualquier otro que hayamos leído antes de temática similar, difuminándose las supuestas diferencias entre la inteligencia humana y la artificial.

Este inquietante redactor lleva el nombre de “Narrative Science” y es el resultado de diez años de investigación y desarrollo por parte de Kris Hammond y Larry Birnbaum, codirectores del Laboratorio de Información Inteligente en la Universidad de Northwestern en Evanston, Illinois. Además, ambos son también profesores de periodismo, por lo cual quisieran que su creación pasara de escritos simples y poco ambiciosos a contenidos con más sustancia, periodismo de altos vuelos hecho en su totalidad por una computadora que rivalice incluso con el talento que, según se cree hasta ahora, es exclusivamente humano.

“En cinco años un programa de computadora ganará un Pulitzer —y mal por mí si no es uno de los nuestros”, dice Hammond, aludiendo al premio de mayor renombre en el periodismo estadounidense.

¿Por qué no? Todo lo que pueda reducirse a una técnica, descomponerse en un protocolo, valorarse en el producto terminado, es una tarea que, al menos en teoría y según las demostraciones más recientes, podría realizar cualquier software diseñado correctamente. Visto así, parece posible el programa “Capote” capaz de escribir A sangre fría. ¿Por qué no?

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