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Aunque pocos nos detenemos a considerar la importancia de los colores, así como sus implicaciones neuronales y filosóficas, el siguiente video expone lo distinto que podría ser nuestro mundo si utilizáramos menos palabras para nombrarlos o si no supiéramos distinguirlos claramente.

Para casi todos nosotros los colores no son, en lo absoluto, un problema serio. A excepción de quienes padecen algún problema visual como el daltonismo, la mayoría pasamos nuestra existencia sin preguntarnos nunca por la naturaleza cromática del mundo que nos rodea y el cual, solo por un azarosa fortuna, conocemos bañado en innumerables y casi irrepetibles matices posibles gracias a la improbable conjunción de la luz, las partículas subatómicas con las que esta entra en contacto y nuestra retina. Solo por comodidad hablamos del rojo, del amarillo, del azul, del blanco y el negro y las múltiples combinaciones entre cada uno, pero, ¿qué significa todo esto? «¿Qué es, pues, algo rojo?», se preguntó el filósofo de origen austriaco Ludwig Wittgenstein.

Como incentivo a esta curiosidad o cuestionamiento presentamos en esta ocasión el siguiente video producido por la BBC que retoma varias de las interrogantes o ambigüedades en torno al “vocabulario de los colores” [Farbwörter] que tanto atormentaron a Wittgenstein.

Partiendo de los procesos cerebrales que implica, primero, la percepción de los colores —desarrollada durante los primeros tres meses de vida— y después el aprendizaje de las palabras que denominan dicho universo, este breve reportaje plantea la posibilidad de que saber distinguir los colores, darles un orden y designarlos con su nombre correcto, aunado al hecho de aprender el lenguaje, cambia la manera en que nuestro cerebro percibe y categoriza al mundo, sugiriendo además la inseparable relación entre el aprendizaje de los colores y el del lenguaje en sí.

Para ejemplificar este enigmático fenómeno que sucede casi exclusivamente a nivel neuronal, la BBC recurrió a la tribu Himba que habita al norte de Namibia, en la zona sur de África. Entre las muchas singularidades de los Himba destaca la percepción totalmente distinta que tienen de los colores con respecto a como los consideramos en las culturas occidentales-europeas. En inglés, por ejemplo, se dice que se tienen once palabras para los colores principales (red, green, blue, yellow, black, white, grey, pink, orange, purple y brown), en español la cifra debe ser similar, pero los Himba solo poseen cuatro términos: zoozu, vapa, borou y dumbu, con los cuales nombran toda la escala cromática de su mundo, a veces combinando en una misma palabra significados que para nosotros serían diferentes cuando no opuestos. Con “dumbu”, por ejemplo, designan las tonalidades verdes pero también los rojos y marrones, y la mezcla es más o menos similar con sus otros tres términos.

Sin duda esta aparente parquedad en su vocabulario de los colores provoca cierto desencuentro al momento de equiparar perspectivas: para ellos el agua es blanca como la leche y el cielo es negro. Pero todavía más importantes son las consecuencias que, como se planteó al inicio, el lenguaje y el aprendizaje de los colores tienen en el desarrollo del cerebro.

Con dos experimentos claramente expuestos en el video, se mostró cómo los Himba son capaces de distinguir con suma facilidad matices francamente cercanos de un mismo color pero, por el contrario, requieren un esfuerzo mayúsculo al momento de distinguir entre el verde y el azul porque en su lenguaje estos colores no están tan netamente diferenciados como en el nuestro.

Esta es apenas una pequeña muestra de cuán importante es el problema de los colores. Más allá de, como nos propone el video, pensar en la multiplicidad que de visiones de mundo existen y cómo este puede ser radicalmente distinto dependiendo de la cultura en cuestión, quizá sería mejor recordar que podemos ser extraños o extranjeros incluso en nuestro propio lenguaje y civilización si en un momento de ocio o de curiosidad nos atrevemos a pensar por qué pensamos como pensamos y por qué no pensamos de otra manera.

«¿Es la concordancia entre los hombres lo que decide qué es rojo? ¿Se decide este apelando a la mayoría? ¿Se nos enseño a determinar así el color?» (Wittgenstein, Zettel, 431).

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