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Casey vive un peculiar y compulsivo luto tras enviudar a los 26 años: no puede dejar de comer las cenizas de Shawn, su difunto esposo.

mujer cargando urna de cenizas de su esposo

La muerte de un ser querido sin duda es una de las experiencias más fuertes que puede enfrentar una persona. De ahí que esa etapa emocionalmente ritual que conocemos como "guardar luto" sea un proceso tan importante para aquellos que han experimentado una perdida sensible, por ejemplo, la de un cónyuge. Sin embargo, también es cierto que estos procesos pueden llegar a generar, debido a la intensidad con que se viven, ciertos trastornos o incluso brotes psicóticos.

Tal es el caso de Casey, una joven de 26 años que perdió a su esposo luego de un fatal ataque de asma. El evento fue comprensiblemente traumático para la joven, aunque ella nunca imagino en qué derivaría el luto que guardaba. Todo comenzó cuando la imposibilidad de Casey por desapegarse de la figura de su amado se manifestó en una extraña práctica: llevar a todos lados la urna con las cenizas de Shawn, incluyendo restaurantes, tiendas  y compromisos familiares.

Pero pronto las cosas comenzaron a tomar un tinte más surreal. Un día Casey derramó una pizca de funestas cenizas en su mano y en lugar de simplemente desecharlas decidió, como un supuesto gesto de respeto a la memoria de su esposo, lamerse el dedo para evitar tirarlas. "No quería tirarlas porque son mi esposo y no quiero eliminarlo. Así que solo lamí mi dedo", confesó la joven viuda. Y desde entonces, en un acto de psicótica y compulsiva melancolía, Casey no ha podido evitar seguir consumiendo las cenizas de Shawn. De hecho calcula haberse ya comido poco menos de medio kilo.

Curiosamente Casey describe el sabor de su tétrica botana como una mezcla entre "huevos podridos, arena y lijas", no obstante lo cual su adicción por el polvo de la muerte (en este caso empleando el adjetivo de manera literal) se ha consolidado.

[Daily Mail]