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Según una investigación científica publicada recientemente, el cuervo americano es capaz de identificar las facciones de la persona que alguna vez lo amenazó durante al menos cinco años.

Las aves son una de las pocas clases animales cuyo trato habitual y sostenido con el género humano ha permitido la acuñación de muchas y muy diversas metáforas, emblemas y alegorías basados todos en alguna de sus características particulares. El búho, el gallo, el cisne, el águila y en menor medida otras como el pavo real o la lechuza (y las autóctonas como el cenzontle o el quetzal) han adquirido una segunda naturaleza otorgada por esa relación —a veces doméstica, a veces únicamente ideal— entre el hombre y el mundo de las aves.

En este álbum más o menos ilustre también debe tener cabida el cuervo, uno de los pájaros más inteligentes que existen y también uno que quizá por esta misma causa se ha hecho de una reputación que va de lo eminente a, con mayor frecuencia, lo nefasto. La legendaria sagacidad del cuervo ha sido objeto de narraciones diversas, mitos, películas y al menos una ópera célebre, La gazza ladra. Los cuervos de Odín, Poe, Hitchcock y los del refrán son solo algunos ejemplos de esta ambigua genealogía.

Y ahora, como si se quisieran sumar a esta cadena de símbolos y ofrecer una base científica a la leyenda, investigadores de las universidades de Washington y Willamette aseguran que los cuervos son capaces de reconocer a una persona por sus facciones, especialmente si consideran que dicha persona alguna vez representó una amenaza.

Los experimentos e investigaciones del equipo liderado por el Dr. John M. Marzluff, del Departamento de Medio Ambiente de la Universidad de Washington, revelan que el cuervo americano (Corvus brachyrhynchos) “rápida y acertadamente aprende a reconocer el rostro de una persona peligrosa y continúa haciéndolo durante 2.7 años por lo menos”, aunque según el propio Dr. Marzluff  la memoria de la amenaza podría mantenerse en el cuervo por cinco años y quizá más.

El experimento inició justamente hace cinco años y consistió en salir a cinco sitios distintos de Seattle para atrapar entre 7 y 15 cuervos salvajes, marcarlos y exponerlos a la vista de una “cara peligrosa” nueva, una máscara que uno de los miembros del equipo se enfundaba para mostrarse ante las aves hasta por media hora, dejando que, entretanto, el resto de la parvada reaccionara ante la amenaza, casi siempre formando grupos que sobrevolaban la zona o permanecían ahí cerca, encaramados, pero siempre lanzando estridentes gritos. Luego de esta primera etapa, la prueba continuó con voluntarios de distinta edad, altura y corpulencia, hombres y mujeres, que se pasearon por las zonas de captura llevando la anterior máscara puesta, una máscara diferente y caminando sin máscara. Según los investigadores, los cuervos casi siempre reaccionaron con graznidos de desafío y acoso para la persona del rostro amenazante (a pesar de que antes de sufrir la captura muy pocos cuervos habían agredido al portador de la misma máscara).

Los resultados de esta investigación nos sugieren que, después de todo, la intuición poética y cosmogónica de quienes compusieron los mitos no andaba tan equivocada: Pensamiento y Memoria se llamaban los cuervos de Odín.

[The Guardian]