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La diferencia entre un ser vivo y uno muerto o artificialmente animado está en los ojos; a través de la mirada la energía vital se manifiesta inconfundiblemente y nosotros estamos diseñados para percibirlo

En medio del auge de personas y otros seres animados digitalmente por computadora resulta interesante volver a reflexionar en lo que distingue a un ser vivo de uno artificialmente animado. Y la interrogantes puede aplicarse tanto en un sentido biológico como en uno simbólico, tomando en cuenta que visual e intuitivamente estamos diseñados para percibir la fuerza vital que emana de algo -alguien- que tenemos frente a nosotros.

Tras el estreno de la película The Polar Express, en 2004, la tecnología empleada estaba supuestamente destinada a cambiar el arte de hacer cine (tecnológicamente hablando). Sin embargo, la audiencia no pudo ser “engañada” con los seres generados a través de computadoras y cómicamente le llamaron “la segunda versión de la noche de los muertos viviente”. ¿Pero qué es lo que la pulida sub ciencia de los compuestos digitales y el CGI (computer generated images) no podía replicar para similar seres vivos? La respuesta esta en los ojos.

Un estudio reciente ha comprobado la decisiva relevancia de la mirada como nuestro criterio fundamental, ya sea de manera conciente o inconsciente, para determinar si algo está vivo o no. Y al parecer esta habilidad es clave para nuestra existencia, ya que nos permite definir rápidamente si los ojos que estamos mirando tienen una mente detrás de ellos.

“La gente quiere ver rostros, y tenemos la tendencia de verlos en todos lados: en las nubes, en un trozo de pan tostado, incluso en dos puntos y una línea. Y tiene sentido el estar alerta de los rostros. Pero a la vez tampoco queremos perder tiempo con caras que no están vivas, rostros que no están enlazados con una mente” afirma Christian Looser, candidato a Ph.D en psicología por la Universidad de Darthmouth.

De acuerdo con Looser, la orgánica aptitud de poder distinguir a un ser vivo de uno inanimado o artificialmente animado,  estaárelacionada, entre otras cosas, con nuestro sentido de supervivencia ya que por naturaleza nos encontramos atentos a la posibilidad de encontrar otro ser vivo en nuestro camino y en caso de encontrarlo nos mantenemos en guardia hasta no adjudicarle cualidades neutrales, amigables, o una presencia amenazante.

Para dilucidar la frontera entre lo que consideramos naturalmente animado y lo que no, Looser creó una secuencia de imágenes de rostros humanos y de muñecas. Ensamblaron cada rostro de muñeca con uno similar de una persona utilizando software especializado en modelaje de rostros. El resultado fueron algunas imágenes completamente humanas, otras con distintos niveles de fusión entre el muñecas y personas, y otras completamente inanimadas.

A continuación un grupo de voluntarios observó las imágenes con el propósito de definir cuales pertenecían a una persona y cuales no. Dos meses después los mismos participantes observaron la misma serie de rostros pero ahora el reto era definir cuales de esas caras tenían una mente detrás de ellas. El resultado fue que cuando un rostro tiene al menos una porción 67% humana lo consideramos como una persona.

Por otro lado los investigadores descubrieron que los voluntarios consistentemente designaban a los rostros con al menos 60% de “humanidad” como capaces de pensar. Y paralelamente el estudio también confirmó que los voluntarios siempre se remitían a los ojos, por encima de cualquier otro elemento del rostro que tenían frente a sí, para determinar si estaban frente a una persona o a un muñeco.

Como una reflexión complementaria podríamos remitirnos a la teoría de que no existe nada inanimado en este mundo, la conciencia de la materia. Incluso en algunas lenguas étnicas no existe palabra para diferenciar algo animado de algo inanimado pues todo es considerado per se como un ser vivo. Sin embargo, aquí es donde aparece esa extraña fuerza vital que algunos etiquetan como el alma, o el espíritu, y que si invita a una distinción del resto de los objetos. Tal vez aquí la única diferencia es el criterio para atribuirle vida a algo.

Curiosamente la mirada, ese sello infalsificable de la energía vital manifestada, sólo puede percibirse a través de los ojos(pero ¿Acaso vivimos dentro de un haikú?). En este sentido la otredad se nos presenta como un espejo: yo solo puedo determinar si tú estas vivo mirándote a los ojos, y tal vez mi capacidad de percibirte como un ser vivo es lo que, de manera autoreplicante, me premite reafirmarme el hecho de que yo también lo soy. La mirada como enlazador de esencias vitales, un puente etéreo a través del cual todos los seres vivos nos reunimos en torno a una misma tribú... un fragmento con resonante brillantez del holograma.

Así es que si algún día llegas a dudar si estás vivo o estas muerto, solo mírate a los ojos en un espejo… y encontrarás ahí la respuesta.

Con información de Science

Twitter del autor: @paradoxeparadis / Lucio Montlune