*

Jimmy es un chimpancé de Brasil a quien le gusta pintar, y lo hace muy bien; lamentablemente su fama mundial no ha sido suficiente para que recupere su libertad del zoológico de Río de Janeiro


Tal vez se trata de una talentosa melancolía que Jimmy experimenta dentro de su cautiverio recordando aquellos maravillosos paisajes que hace muchos años contemplo en los paraísos selváticos de Brasil. O quizá se trata de que este virtuoso chimpancé es en efecto la reencarnación de algún gran pintor. Lo cierto es que Jimmy ha maravillado a miles de personas con sus obras maestras.

Actualmente Jimmy tiene 27 años y es el más famoso habitante del descuidado zoológico de Río de Janeiro. Paradójicamente, y a pesar de que su fama mundial es capitalizada con eficiencia por las autoridades del zoológico, lo más probable es que nuestro sensible amigo jamás regresará a las bellas selvas en donde nació y de las cuales fue capturado hace ya mucho tiempo.

Hay que recordar que los chimpancés y los humanos comparten un 99% del ADN. Y precisamente este es uno de los argumentos utilizados por asociaciones de protección animal para alegar que el cautiverio de estos monos debiese ser ilegal. El grupo Primate Support Group ha dedicado mucho tiempo y recursos para exigir la liberación de Jimmy proponiendo que sea transferido a una reserva natural donde pueda vivir de acuerdo a su verdadera naturaleza y no a la vida de una atracción animal para turistas. Sin embargo,  la demanda fue denegada por un juez local.

Lo único que queda para evitar que esta historia de sensible y simpático talento, protagonizada por el buen Jimmy, termine siendo una historia triste, es contemplar la posibilidad de que cuando se enfrenta a un canvas y comienza a plasmar sus inspiradores destellos de pintura sobre él, Jimmy en realidad ya no se encuentra cautivo tras unas rejas de un zoológico con poco presupuesto, sino que realmente se encuentra cabalgando selvas y praderas, dialogando con la perfección de la madre Sofía, meciéndose risueñamente en los brazos de Mamá Gaia, y eludiendo así el pobre criterio de la interacción cultural que los humanos hemos tejido frente a la mágica naturaleza.