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La senadora Marcy Kaptur denuncia el coup d'etat en el que vivimos: el estado actual podría ser descrito como la dictadura financiera perfecta; los bancos controlan a los gobiernos, crean instrumentos espectrales y apuestan con nuestro dinero para luego obligar a que se les retribuya lo que nunca tuvieron.

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Mientras bancos como JP Morgan presentan ingresos por más de 3 mil millones de dólares en el último trimestre, los CEOs de las grandes instituciones financieras se relajan en paracaídas de oro, elevan sus bonos anuales como jugosos autofellatios y Wall Street celebra superando las 10 mil unidades, la gente en Main Street padece cada vez más los estragos de una crisis ingeniada en los más altos estratos, que tal vez no sería exagerado llamar el robo más grande de la historia o incluso un coup d'etat financiero. Los banqueros, más que los políticos, tienen el poder. Saber esto no es díficil, pero mitigar la impotencia pedestre es otra cosa.

El escritor Mario Vargas Llosa llamó al gobierno del PRI de 70 años en México la dictadura perfecta, ya que sólo cambiaban los nombres, mientras se servía a los intereses del partido (el dictador multiplicado) y se fingía un proceso democrático, pero ¿no será más perfecta la dictadura de los bancos en Estados Unidos, que logra mantener la ilusión de un sistema bipartidista, y crear la fachada electoral de una verdadera democracia con alternancia en el poder? Puesto que, independientemente de quién gane, demócratas o republicanos, los puestos en el gabinete financiero (que determinan sobre el presidente en las decisiones verdaderamente importantes) son para las mismas personas (exejecutivos de los mismos bancos que crearon la crisis financiera para luego ser rescatados; basta ver los gabinetes de Clinton, Bush y Obama y sus vínculos con Goldman Sachs). Si Estados Unidos ha logrado llevar a sus corporaciones a todos los rincones del mundo como abanderadas de un modo de vida irresistible, es porque antes éstas habían logrado introducirse al interior de su propio gobierno, formando una sociedad inextricable.

La senadora Marcy Kaptur, que sirve por catorceava vez en Washington, opina que lo que estamos viviendo es un golpe de estado financiero. Entrevistada por Bill Moyer (y también por Michael Moore en su película Capitalism: A Love Story), la senadora, una de las pocas voces que no ha sido del todo cooptadas por el lobby de Wall Street, expone la corrupción del circuito entre los bancos y Washington (pasando por el Fed), incluso un revelador episodio de cabildeo con ejecutivos de J.P. Morgan Chase.

Hace una semana se dio a conocer información (Geithner's Wall Street Speed Dial) sobre las constantes reuniones y llamadas que ha tenido el secretario del tesoro, Tim Geithner, con ejecutivos de los grandes bancos, dominando su itinerario de sobremanera y de donde se infiere que la línea no sólo es telefónica, sino política. Claro que el gobierno tiene intereses en los bancos que ha rescatado, incluso de algunos es dueño parcial. Pero ¿hasta qué punto influye el gobierno en los bancos, o los bancos en el gobierno? Y sobre todo ¿hasta qué punto son organismos separados? Ya que parece que para ocupar un alto cargo financiero en el gobierno de EE.UU. hay que antes pasar por Goldman Sachs o Citi Group y graduarse como Secretario del Tesoro o director de la Reserva Federal (léase Rick Rubin, Ben Bernanke y Tim Geithner). Los bancos ya no tienen ni siquiera que ocultar su ascendencia sobre el gobierno y los ciudadanos.

Como la imagen de esta nota sugiere, el blindaje de los bancos es tal, que al ser tan importantes para la economía mundial y estar tan ligados al gobierno, logran una impunidad que los deja operar con excesiva libertad, apostar a dudosos instrumentos financieros y especular a sabiendas de que no pueden sino ser rescatados por el dinero de los contribuyentes y la atadura de sus deudas, que ellos mismos han fabricado a través de una panoplia de burbujas. Al hacer creer que la única forma de economía y crecimiento viable es a través del crédito bancario, además de crear un estado de deuda permanente (con dinero que no existe), se ha creado una dependencia entre el destino financiero individual y las finanzas de los bancos, donde el individuo siempre debe de sacrificarse en favor de los bancos cuando éstos estén problemas, puesto que de otra forma (la rutilante amenaza) sería peor para él y para todos los ciudadanos que viven debajo de los rascacielos. Los bancos como un enorme cementerio de elefantes inmortales (inmortales precisamente porque sobreviven como vampiros).

Otro caso interesante es el de Black Rock, que ha recibido contratos multimillonarios de la Reserva Federal para llevar a cabo las hipotecas, siendo que ellos mismos fueron los que crearon los instrumentos financieros que llevaron a la crisis hipotecaria que detonó la crisis financiera mundial. La táctica parece ser crear el problema y luego pintar la cara para ofrecer la solución. La senadora Kaptur se pregunta sobre Black Rock: "¿Cómo saber que no están cubriendo su propio crimen?" Lo mismo podría decirse de Goldman Sachs y de Citi Group.

El congresista Ron Paul ha presentado una iniciativa para hacer una auditoría a la Reserva Federal (Fed), la cual increíblemente se ha negado a dar a conocer quiénes fueron los recipientes de los más de 2 billones dólares del rescate financiero. Tal vez el Fed, el organismo que imprime indiscriminadamente billetes, se niega a revelar está información, porque los que recibieron el rescate financiero son las mismas personas que son sus dueños; el Fed es una institución financiera privada, lo cual es escandaloso: un contundente contubernio que, sin embargo, pasa de largo como el viento a Washington. El mismo Fed que acepta que no sabe dónde quedaron 9 billones de dólares. El sistema financiero en el que vivimos está hecho, parafraseando al bardo inglés, de la misma sustancia que están hechas las alucinaciones, lo cual nos convierte en seres alucinatorios. Cuando ya era evidente para todo el mundo que el sistema financiero actual no podía seguir así, después de la crisis que había generado, de alguna forma, como por un encantamiento o una alucinación inducida colectivamente, los bancos convencieron a todo el mundo de que sólo había que inyectarles enormes cantidades de dinero, postular unas suaves medidas regulatorias en los medios, y seguir de la misma forma. Y un año después, mientras Wall Street celebra su recuperación y JP Morgan Chase produce ganancias de 3.6 mil millones de dólares, sólo queda decir que se salieron con la suya.

Al parecer la advertencia de Thomas Jefferson se ha vuelto realidad:

Si el pueblo de Estados Unidos le llega a permitir a los bancos privados controlar el tema de su dinero, primero por inflación y luego por deflación, los bancos y corporaciones crecerán alrededor de ellos, y los despojarán de su propiedad hasta que sus hijos un día se despertarán sin hogar en el país que sus padres conquistaron.

Vía Alternet: Was the Financial Bailout Just a Slick, Friendly Takeover of the Federal Government?

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