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Las líneas sexuales de la humanidad, ¿el sexo como máxima magia tántrica o como vampirismo y drenaje energético? Los grande copuladores y el "Sex Degree Experiment" .

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Wilt Chamberlain, Andrés García (el macho biónico), Charlie Sheen, dicen haber dormido con más de mil mujeres. Pero seamos más finos: el dandy dominicano Porfirio Rubirosa (en Francia bautizaron a un tipo de pepinos en su honor) y los alquimistas sexuales Aleister Crowley (la Gran Bestia utilizaba tanto hombres per vas nefandum como mujeres, "la concubina escarlata", para el tantra mágico que invocaba entidades extraterrestres), Rasputin (el psíquico psicodélico ruso que utilizaba la amanita muscaria en sus adivinaciones, caro a la zarina) o el faux alquimista, padre de los gigolos, Giacomo Casanova y hasta el máximo semental, el monstruoso mongol Genghis Khan, cuya descendencia se calcula actualmente en 16 millones de personas con su cromosoma Y. Estos son las referencias legendarias del sexo, potencias cuantiosas y experiencias que parecerían inalcanzables. Sin embargo, la mayoría de las personas hemos tenido sexo con millones de personas.

Una compañía farmacéutica británica ha calculado, bajo la lógica del Experimento de 6 grados de separación, que en promedio el hombre o mujer británica han dormido con 2.8 millones de personas, esto para promover conciencia en torno a la salud sexual.

El estudio está basado en la conservadoras cifras de que el hombre británico común ha dormido con 9 personas y la mujer británica con 6.3, lo cual da un promedio de 7.65.

Esta cifra, que toma en cuenta las probabilidades mínimas, se podría extrapolar a buena parte del mundo y decir que todos hemos dormido con más de 2 millones de personas en cadena.

La novedad del experimento es que considera el número de tus parejas, aunadas a sus previas parejas y así hasta seis “generaciones” de parejas.

El director de Lloydspharmacy dijo: “Cuando dormimos con una persona, no solo estamos durmiendo con esa persona, sino también con todas su parejas previas”.

Esto evidentemente está dirigido a prevenir enfermedades de contagio sexual y probablemente a vender condones, pero también existe otra variante desde la visión del sexo como un intercambio de bioenergía, una mezcla de Willhelm Reich, Carlos Castaneda y el Tantra Inmemorial de la historia (según algunas tradiciones, al tener sexo tejemos una serie de filamentos energéticos con nuestra pareja, los cuales nos conectan, o drenan incluso a distancia, lo que también genera tulpas, corpúsculos psíquicos entrelazados). Al mezclar el elan vital, al entrar en un estado de fusión, es posible que exista una reconfiguración energética y una transferencia de información genética (o karma) —Kundalini y ADN—, de la misma forma que en el entrelazamiento cuántico una mólecula de energía que ha estado unida tiene comunciación supralumínica de datos con su pareja. El sexo podría ser desde vampirismo y brujería hasta sanación y creación cósmica. Tener sexo con una persona incompatible, con una energía negativa o incluso enferma nos podría contagiar (somos seres miméticos, copiamos nuestro entorno; esto se acentúa en la hiperintimidad). Lo contrario también aplica: tener sexo con una persona compatible, sana y en un estado de alta vibración energética es el centro de las tradiciones místicas, la alquimia prístina o, citando a Tim Leary:

«Los mejores resultados llegan cuando coges con alguien que realmente amas en un viaje de ácido. Es ahí cuando el sistema nervioso está más abierto, menos condicionado y listo para recibir un nuevo implante».

Otra posibilidad, si en verdad somos parte del holograma universal en su fractal del planeta Tierra, hemos tenido sexo con cerca de 7 mil millones de personas (e innumerables más si seguimos la Rima del Antiguo Marinero de Cooleridge, donde dice que hay más seres invisibles que visibles) y estamos constantemente teniendo sexo como bolas de nieve o dominós de erótica transpersonal. Lo cual, a juzgar, por el estado actual de la conciencia humana, significaría que no hemos amaestrado el arte cósmico de hacer el amor y generalmente tenemos mala cama.

No queremos ser pudorosos (en Pijama Surf nos inclinamos por el agnosticismo à la Robert Anton Wilson, aunque tenemos una debilidad por el neopaganismo orgiástico digital), pero evidentemente esta información nos invita a reflexionar sobre con quién tenemos sexo y con qué nivel de consciencia realizamos el acto sexual, en el que está codificado todo el poder generativo del universo.

[Breitbart]

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